24 febrero, 2012

Necesito que no dejes de respirar. -

En las noches, cuando todo el mundo se había acostado y la casa se encontraba en silencio, se dedicaba a pensar. Para ella era el momento más especial del día. Su mente era un ebullidero de ideas. Tenía tantos planes y sueños que cumplir... Temía que la vida se le quedase pequeña, que no le diese tiempo a realizar todas las cosas que tenía en mente. Se parecía tanto a su abuela... De ella había heredado las ganas de vivir, las ganas de comerse el mundo. Desde siempre habían sido como uña y carne. Le encantaba dormir con ella, con su Tita grande, como ella le llamaba. Y es que a sus ojos siempre fue la persona más inmensa del mundo. No por su tamaño, dado que era bastante bajita (otra cosa que había heredado de ella, por cierto), sino por su increíble sonrisa. Tenía la sonrisa más bonita del mundo. Ni las arrugas que surcaban su cara la desmerecían una pizca. No soñaba con ser una princesa y encontrar un príncipe azul. Soñaba con ser como su Tita. Con ser, al menos, la mitad de valiente que lo era ella. Los ojos de su abuela eran los únicos que le transmitían serenidad y templanza en cualquier momento. Le encantaban. Sus pequeños ojos se empequeñecían aún más al lado de los profundos ojos verdes de su abuela. Irradiaba luz por cada punto de su iris. Irradiaba fuerza y felicidad por cada poro de su cuerpo. Era maravillosa. 



Los años han pasado pero mi Tita grande sigue siendo maravillosa. Ya no tiene tanta fuerza para comerse el mundo, ni tiene tiempo para contarle historias a su ya no tan pequeña nieta. Su cara tiene más arrugas y sus manos ya no son lo ágiles que eran. Pero, a pesar de los años, la luz de sus ojos sigue intacta, sus ojos verdes siguen iluminando mi vida.

10 febrero, 2012

Única como eres. -

  No temas, pequeña. Sabes que siempre estaré contigo. "No desde siempre, pero sí para siempre." ¿Recuerdas? Cada segundo que hemos pasado juntas está guardado en un rincón de mi mente y en otro de mi corazón. Siempre fuiste la única persona capaz de hacerme sonreír cuando no quedaban motivos. Cuando estoy triste recuerdo el olor de tu pelo y es como si, de repente, de entre los nubarrones, saliese el Sol. A pesar de la distancia siento tu calor. Cuando voy por la calle, sola, te imagino caminando a mi lado. Con esa peculiar forma de moverte. Solía decirte que parecía que estabas intentando despegar para echarte a volar. Y es que tú siempre fuiste como un pequeño pajarillo: deseabas ser libre, alcanzar las nubes, olvidarte del tiempo y del mundo, y ser feliz, muy feliz. Yo siempre te regañaba, te decía una y otra vez que no soñases despierta, que el mundo real era mucho más duro que todo eso. Pero tú nunca me hacías caso... Y en parte eso era lo que más me gustaba de ti. No te importaba lo que ocurriera fuera de tu mente, tú eras feliz, y contagiabas esa felicidad a todo el que te rodeaba. Juré que todo mi tiempo sería para ti, para mi pequeña soñadora. Para gastarlo o para guardarlo, para que cuando me necesitases pudieses cerrar lo ojos y me tuvieses a tu lado.
    
 ¿Y ahora? Pues tengo miedo, porque creo que tu mente poco a poco se está alejando de mí, y temo que tu corazón siga ese mismo camino. Pero, ¿sabes? Yo siempre te querré. Siempre lo hice, y siempre lo haré. No hay nada que pueda cambiar lo que hubo (hay) entre nosotras. Nada. Así que cuando quieras volver, adelante, no temas. Aquí te espero, aquí estaré.
































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- Este segundo cuatrimestre está siendo más duro de lo que pensaba. Pero siempre que pueda, me pasaré por aquí. Lo echaba de menos. Feliz viernes a todos. Un besito enorme.