No ha dejado de llover,
quiéreme.
Éramos tres cuando empezó a llover. Tú. Yo. Y todos mis miedos
¿Qué somos ahora?
Me pregunto a menudo.
Estoy empapada, pero lo único que me cala hasta los huesos
son tus ausencias.
Me he acostumbrado a dormirme acompañada de esta lluvia
que no deja de saberme a sal.
Será que no has querido secarme la ropa.
Será que me gusta vivir sin refugio.
Será que eres el causante de este diluvio.
Y aquí estoy,
esperando uno nuevo.
No tengo remedio,
ni remiendo.
Porque sólo he venido aquí a decir,
que no he dejado de esperar a que se ponga a llover,
que no he dejado de esperar(te).