30 diciembre, 2014

Vivamos deprisa, de la mano. -

Tranquilos,
no he vuelto para anunciar la llegada del fin del mundo,
sólo el de otro año que nos deja.


Llegados a este punto, 
todos tenemos la obligación social de echar la vista atrás y contemplar
qué, y qué no,
hemos hecho.

En mí caso,
si le doy demasiadas vueltas al asunto,
se me vienen a la cabeza todos los días perdidos.
Aquellos en los que apagué el despertador demasiadas veces,
los que no dejaron huella,
ni cicatriz.
En los que ni siquiera abrí la ventana,
ni pude llenarme de oxígeno.
Días que pasaron sin pena ni gloria.

Pero éstas no son fechas para preguntarnos "qué habría sido si",
ni "qué  habríamos sido si".
Si no qué somos.
Así que decido relajarme, dejarme llevar,
inspiro profundamente
e intento tragar todo el aire que queda de este 2014 que nos deja.
Y sonrío.

No recuerdo horas, ni momentos,
recuerdo personas.
Y ahí comprendo donde está la grandeza de los días.
Cada estúpido acto de mi insignificante vida,
ha sido maravilloso cuando lo he compartido.
Gente que sigue aquí, que ya no está,
que volverá, que no lo hará nunca,
o que se quedará para siempre.

Y siento gratitud,
y no puedo pedirle más al año que entra,
porque ya lo tengo todo.


Ojalá en este 2015 que ya está tocando la puerta seamos todo lo que queramos, 
todo lo que merecemos ser.
Y recordad, somos más (y mejor) acompañados.